La dignidad del trabajador.

El trabajo es algo sagrado que ayuda a realizar a la persona, que le realza su dignidad. Desgraciadamente, hoy hay muchas personas que su dignidad son pisoteadas, porque no tienen trabajo, y los que tienen son tratados de forma injusta. Está claro, que la situación actual es difícil, y yo no sé mucho de economía, la verdad. No sé cuál es el mejor camino y la mejor solución. No entiendo si viene bien el rescate o no de Bankia. Pero sí entiendo de una cosa que estoy viviendo: la situación difícil que estamos viviendo, la está pagando los más indefensos, los más débiles; seguro que los ejecutivos y directivos de Bankia no tendrán muchos problemas. También entiendo (y sobre todo vivo) que Cáritas está desbordada, que no damos más de sí; entiendo del sufrimiento de muchas personas, padres y madres de familias que no tienen un trozo de pan para darle a sus hijos (y para ver esto no hay que irse a países de misiones, está ocurriendo en nuestro bendito país de España), entiendo que hay mucha gente sufriendo, y lo peor, aún queda muchos más... y eso, no solo entiendo, sino, lo que es peor, ME DUELE. Porque para mí, esos números que salen en la tele de parados, de afectados por la crisis, de familias sin hogar... para mí TIENEN ROSTRO CONCRETO, y eso duele.

Benedicto XVI en la encíclica Cáritas in Veritate nos expone qué significa para la Doctrina Social de la Iglesia un trabajo decente: “un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación” (Cáritas in veritate, 63).

De ahí su llamamiento a una ética que guie a la economía en los siguientes términos: “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (Caritas in veritate, n 45).

Por tanto, principios fundamentales como dignidad, trabajo decente, ética y prioridad de la persona sobre los intereses económicos son las claves de nuestra valoración de la reforma laboral: ¿el mercado laboral responde a las necesidades de las personas o las personas respondemos a las necesidades del mercado laboral? ¿se presenta el trabajo como trabajo decente? ¿se prioriza a la persona frente a la acción económica? ¿se contempla la dignidad de la persona y la dignidad del trabajo como aspectos fundamentales? ¿qué ética rige la dinámica económica actual, una ética amiga de la persona o una ética puramente instrumental?

“El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto. A esto va unida inmediatamente una consecuencia muy importante de naturaleza ética: es cierto que el hombre está destinado y llamado al trabajo; pero, ante todo, el trabajo está «en función del hombre» y no el hombre «en función del trabajo»”. (Juan Pablo II, Laborem Excersem 6); el hombre no puede ser considerado como un instrumento de producción.

Nosotros, los cristianos estamos llamados a vivir los valores de justicia, de amor, debemos vivir una ética que ayude, y levante a la persona, que sea amiga de la persona. Y estamos llamados, no sólo desde Cáritas, sino desde nuestras vidas, como los profetas, a denunciar las injusticias, y las leyes injustas, que traten a las personas como número o como instrumento para hacer dinero y salvar la economía, sin tener en cuenta su dignidad.