La Semana Santa desde dentro (parte I)





“No está en mi naturaleza ocultar nada. No puedo cerrar mis labios cuando he abierto mi corazón” Charles Dickens.





Esta es mi primera Semana Santa viviéndola como sacerdote en Málaga capital. Y ha sido una semana con sentimientos y emociones “extraños”, a veces contradictorios, pero siempre lo he intentado vivir desde la fe. He vivido triduos, cultos, traslados y procesión.


Creo firmemente en el Dios que ha resucitado a Cristo, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; un Dios vivo y vivificante. Creo firmemente en el Cristo Resucitado que está vivo, que “nos enseña el sendero de la vida, que nos sacia de gozo en su presencia, de alegría perpetua” (salmo 15); Cristo vivo que llena nuestras vidas de esperanza. Y también creo en el Espíritu que da vida. Espíritu que el día de Pentecostés “emborracha” de amor, de esperanza y valentía a la Iglesia naciente; Espíritu que sostiene y anima a mi Iglesia.



Creo que Dios es un Dios de historia y en la historia, implicado y complicado en ella. Por eso me gusta, me ayuda, me alienta revisar mi vida: lo vivido, lo sentido y experimentado. Mirar atrás para descubrir esa presencia de Dios en la historia, en mi historia. Una presencia que marca para siempre, como al discípulo amado le marcó y, después de más de 70 años, se acuerda de la hora de su encuentro con Cristo, “era la hora décima” Jn 1, 39.

Una presencia que transforma el corazón, la mente y la vida. Como le cambió la vida a Zaqueo, que devuelve todo lo que roba y reparte con los pobres. El encuentro con Cristo transforma el corazón, transforma la vida. Hay una “metanoia”, un cambio interior en la persona. Como nos dice Benedicto XVI,
“un cambio en la manera de pensar…donde lo esencial no son las cosas materiales (dinero, posición social… cosas que podemos tocar) sino la realidad invisible que sustenta la vida: Dios” (Benedicto XVI, Lectio divina a los párrocos de Roma, 10-3-2011).


Por eso me gusta mirar al ayer y al hoy, para descubrir cómo, poco a poco, con paciencia y cariño, Dios es mi Pascua (passâ – paso). Pascua que transforma mi vida, mi realidad, mi corazón y mi mente.


Me pregunto qué habrá sido de esta semana mayor para los cristianos de Málaga. Ya, los hosteleros y el Sr. Alcalde han analizado su impacto económico. Una de las mejores, dice Diario Sur en su edición digital de 21 de abril de 2014. Con una ocupación, según datos del diario, del 90% - 97%. Con un aumento de facturación en bares y restaurantes entre el 10% y el 21%. “una de las mejores que recuerdan los cofrades”. Eso está muy bien, y es bueno para Málaga. Pero los cristianos vamos más allá de la “realidad material”.


Es verdad que es difícil descubrir el “impacto interior”. Los datos espirituales no se pueden facturar. Pero sí, como he dicho antes, podemos descubrir esa transformación del corazón. Si podemos descubrir si es Cristo el centro de nuestra realidad vivida, nuestro criterio de acción. Supongo que eso lo podemos percibir los sacerdotes de las parroquias de Málaga. Supongo que en las parroquias se puede percibir algún cambio: nuevas personas que aparecen, cofradías más implicadas en la realidad social, ¿no?

Si ha sido “una de las mejores Semana Santa que recuerdan los cofrades malageños” (titular de dicho Diario), supongo que a lo largo de estas semanas descubriremos en las parroquias si ha sido una de las mejores o una de tantas.

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